sábado, 24 de abril de 2010

Doña Soledad



A falta de una existencia real intento darle a doña Soledad una existencia ficticia. La imagino una mujer barriendo el portal de su casa en alguna época y en algún lugar subdesarrollado como el nuestro. Observa con extrañeza a unos jóvenes pelilargos que vociferan en base a algo que han leído por ahí o que alguien que ha leído se los ha contado.
Y aquellos jóvenes le hablan a doña Soledad, pero ella no quiere entenderlos. Les parece algo bobos, algo flojos, algo sucios y sin duda algo perdidos. Perdidos en un futuro imaginario, mientras ella se encuentra atareada con el presente. Demasiado ocupada resolviendo las consecuencias de la injusticia en su vida como para reflexionar al respecto o preocuparse por las causas o si acaso existe alguna posibilidad de resolverlas.

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